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Das Blog des Pommerner Kronprinzs auf Perú

Dolor?

Estoy echado en mi cama, en el limbo que hay entre la conciencia y el mundo de Morfeo. Por la ventana, observó el lánguido desvanecimiento de la neblina limeña que le daba un aspecto místico a la ciudad, y que ahora que se va, me deja ver los edificios despintados, los jardines que parecen ser silvestres y los perros callejeros que van de porche en porche esperando que algún humano madrugador se conmueva con ellos y se decida a cuidar de ellos. Escucho sonidos en mi casa. Seguro que mi papá se ha levantado y está limpiando la sala, haciendo el desayuno o quién sabe qué. Alejandra, mi hermana, está abajo, dormida aún, como siempre; sin dejar que la luz la despierte, completamente cubierta por el edredón. Mi mamá está viendo televisión en su cuarto, talvez se sienta mal y guarde cama por todo el día, pero creo que no, porque esta conversando con alguien, está conversando con Alejandra, que al contrario de lo que pensé, no esta dormida y gracias a Dios, hoy por fin se levantó antes que el gallo cante en Europa. Así es ella, cada día hace algo inesperado, pero jamás se había levantado temprano - eso ni soñarlo - así que quizás ese sea el regalo que le haga a mi mamá. Hoy es el día de la madre, pero el entusiasmo que antes me envolvía en estas fechas, me ha abandonado, como mi voz infantil me abandonó hace unos años. La navidad, los regalos, las reuniones familiares, han dejado de tener sentido para mí, y la desidia me invade cuando se me dice que tengo que organizar algo para celebrar estas fechas en las que las calles se llenan, de gente, pero, no, esperen, ahora las calles no se llenan de gente.

Parece ser que la desidia es un fenómeno colectivo en estas fechas. Aún recuerdo los días de la madre en los que salir a la calle era una fiesta constante, en los que la gente se reunía a conversar en las esquinas de los parques mientras que sus hijos jugábamos a las escondidas detrás de los árboles. Ahora ya la gente ni se conoce, y solo sé que no soy el único adolescente de mi barrio por las estadísticas de mi parroquia. Antes la gente se paraba a saludarse cuando se encontraban en la calle, hoy en día siguen mirando hacia adelante y se pasan de largo; en el mejor de los casos, le echan al otro transeúnte un breve buenos días, y siguen con su camino, para que el pan no se enfríe, o para que quienquiera los este esperando no espere mucho.

Hoy da frío pensar en el otro como hermano. Más parece un extranjero, que conocemos gracias a la globalización, y que no debemos molestar con nuestras muestras de cariño porque no entiende nuestro idioma. Hoy la calle se ha vuelto un desierto frío, al que si sales es porque estas loco; un desierto de asfalto en el que nunca encontrarás a nadie y si lo encuentras, da igual porque no lo conoces ya que es otro viajero demente, y es posible que sea un ladrón de caminos y te deje caminando medio desnudo, sin que comer, deambulando eternamente en busca de un oasis para aliviar tu sed.

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